InspiraciónTras la pista de Klimt en Viena: el recorrido artístico de su vida

Elmo

Conocida por sus lujosos bailes y sus pasteles aún más lujosos, Viena rebosa arte. Si hay una imagen que resume la ciudad, es la de una musa elegante vestida de oro que mira al espectador con una belleza inquietante.

No, no Conchita Wurst, sino las mujeres de los cuadros de Gustav Klimt. Un recorrido por sus obras de arte no sólo le llevará a las mejores galerías de Viena, sino que también le ofrecerá una ventana a la ciudad de principios del siglo XX.

En 1897, un grupo de artistas frustrados por las limitaciones del establishment cultural de Viena formaron el movimiento "La Secesión". Klimt fue su primer presidente y su sede era una audaz declaración de Jugendstil (estilo juvenil), un sencillo edificio blanco rematado con una cúpula dorada.

En el interior se muestra el Friso de Beethoven (1902) de Klimt que representa la búsqueda de la felicidad. Su desfile de personajes extraños –entre ellos la Muerte, la Locura, la Lascivia y el Desenfreno– son obstáculos para la verdadera alegría, que se encuentra, en el último panel, a través del arte, la poesía y la música en forma de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Vista desde la catedral de San Esteban sobre la plaza Stephansplatz © Sergey Novikov/Shutterstock

Klimt unió las artes decorativas tradicionales y de vanguardia. Se formó en lo que hoy es el Museo de Artes Aplicadas (MAK), donde se pueden ver bocetos de su Stoclet Frieze junto con objetos de sus contemporáneos en Wiener Werkstätte.

Al principio de su carrera, también ayudó a decorar varios edificios públicos con murales. En el Kunsthistorisches Museum, las distintivas figuras de Klimt, ubicadas entre las columnas de la gran escalera, lo introducen en una de las colecciones de arte más importantes del mundo.

Para ver las obras más famosas de Klimt, visite el Belvedere. La colección incluye paisajes, retratos de bellezas de la sociedad e íconos ricamente decorados como la fascinante Judith (1901) y, por supuesto, El beso (1908), su tema sensual y ostentoso sigue siendo deslumbrante, por muchas reproducciones poco fiables que haya visto.

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Pero Klimt –y Viena– no son mera decoración. El Museo Leopold, una última parada esencial, posee la última obra maestra de Klimt, la brillantemente inquietante Muerte y vida (1910-15).

Oportunamente, se muestra junto a numerosas pinturas de su sucesor Egon Schiele, cuyo trabajo expone brutalmente el malestar psicológico que acecha en la ciudad que Freud llamó hogar, un malestar que hierve bajo la superficie de los lienzos perfectamente dorados del propio Klimt.